¿Imaginas un lugar donde el agua no tiene un solo tono, ni dos… sino una paleta completa de azules que parecen editados en Photoshop? Pues sí existe, y no está en un sueño tropical ni en un fondo de pantalla de computadora. Está en el sur de Quintana Roo y se llama Laguna de los Siete Colores.
Pero que no te engañe el nombre: este espectáculo visual no tiene solo siete tonalidades. En realidad, tiene tantos matices como el cielo mismo… y todos están vivos, frente a tus ojos.
Prepárate para conocer uno de los secretos naturales más asombrosos de México. Spoiler: sí vas a querer reservar un viaje después de leer esto.
Empecemos por lo básico. Esta laguna está en Bacalar, un Pueblo Mágico que, aunque cada vez más famoso, todavía conserva esa vibra relajada que tanto buscamos cuando escapamos del ruido de la ciudad (y de la rutina).
Y sí, el nombre viene del efecto óptico que genera el agua, en combinación con tres factores:
Desde ciertos ángulos puedes ver un azul hielo junto a un azul eléctrico, luego turquesa, y después un azul oscuro tan profundo que parece el mar. Por eso, aunque se le llama “de los siete colores”, la verdad es que hay muchos más, y todos cambian a lo largo del día.
Spoiler número dos: no hay filtro que le gane a esta laguna en vivo.
La Laguna de los Siete Colores es una de las más fotografiadas en redes, y no es para menos. Aquí, los atardeceres se reflejan como si el agua fuera un espejo líquido. Y si vas temprano, cuando todo está en silencio, el azul es tan claro que parece una pintura digital.
La mejor hora para visitarla si eres amante del contenido visual (o de la paz total) es entre las 7 y las 10 de la mañana.
Si crees que solo vas a llegar a verla y ya… no. Aquí se viene a vivir la laguna. A mojarse, a remar, a flotar, a dejar que el cuerpo se desconecte y se conecte al mismo tiempo.
Si no encuentras tu hotel / destino o tiene una solicitud especial, contáctanos en: contacto@odigooviajes.com
1. Paseo en velero
¿Romántico? Sí. ¿Sustentable? También. ¿Instagrameable? Más que el brunch del domingo.
El paseo en velero es ideal para recorrer la laguna sin rumido de motor, sin prisa, con el viento como guía. Puedes ir con guía o rentar uno privado. Es una experiencia zen total.
2. Paddleboard y kayak
Perfecto si quieres explorar a tu ritmo. Deslizándote sobre el agua cristalina, sin más sonido que el
de tu remo. Algunas zonas son tan transparentes que parece que estás flotando sobre vidrio. Ideal
para fotos, stories y para reconectar contigo mismo.
3. Nado libre (sí, como si fuera tu alberca privada)
Hay zonas poco profundas donde puedes entrar sin miedo. El agua es templada, suave y limpia, y la
sensación de nadar en un entorno natural así no se compara con nada. Solo recuerda usar ropa
cómoda, sin bloqueadores contaminantes.
4. Snorkel
No es como el arrecife de Cozumel, pero sí puedes ver peces, plantas acuáticas y estromatolitos,
unas estructuras rocosas vivas que tienen millones de años. Ojo: no se pueden tocar, pero verlas es
una clase de biología en vivo.
5. Tour en lancha (si quieres ir más lejos)
Estos tours normalmente incluyen varias paradas por las zonas más vibrantes de la laguna. Es la
opción más cómoda si viajas en grupo o no quieres remar tú. Muchos guías te cuentan la historia
del lugar, de los piratas, y hasta te llevan a zonas donde puedes flotar tranquilamente.
La laguna es tan hermosa como delicada. No es una playa ni una piscina artificial, así que hay reglas que todos deberíamos respetar para que siga siendo ese paraíso que nos deja sin palabras.
Hay comunidades locales y tours responsables que promueven el turismo consciente. Apóyalos. Tu viaje puede ser épico y al mismo tiempo amigable con el planeta.
Antes de lanzarte a esta joya natural, asegúrate de empacar lo justo: traje de baño cómodo, toalla ligera, sandalias acuáticas o tenis que puedas mojar, gorra o sombrero, lentes de sol, y mucha agua para hidratarte. Deja atrás el bloqueador solar tradicional y opta por uno 100% biodegradable (o mejor aún, usa camiseta UV). No olvides tu cámara o celular bien cargado, porque aquí las fotos no necesitan filtro… pero sí buena luz. Y lo más importante: llévate todo contigo al salir, incluyendo tu basura y ese mood de respeto por el entorno.
Totalmente. Bacalar no es el lugar con más antros, ni con beach clubs desbordados. Es otro ritmo, otra vibra, otro tipo de conexión.
La Laguna de los Siete Colores no es solo un lugar bonito para la selfie (aunque eso también). Es un sitio que te impacta por su calma, por su belleza que no necesita adornos. Aquí el protagonista no eres tú, es la naturaleza… y tú solo estás de invitado.
En resumen:
Si alguna vez has querido nadar en un lugar que parece sacado de un sueño digital, sí necesitas un reset mental, sí buscas un rincón donde el azul tenga nombre propio… ven a Bacalar. Ven a la Laguna de los Siete Colores.
No es Photoshop. Es México. Y es mágico.